jueves, 14 de octubre de 2010

¿Reality Show?

En la mañana del 11 de Septiembre de 2001, después que el primer avión se estrellara contra una de las Torres Gemelas, todos los que se enteraron pudieron sintonizar las noticias y ver los despachos en directo. Por eso, cuando algunos minutos más tarde se estrelló el segundo avión contra la segunda Torre, muchísima gente pudo verlo en vivo.
Independiente si la diferencia entre ambos choques fue programada (e independiente de quién lo programara) el efecto, en términos mediáticos fue pantagruélico: muchos vimos "en vivo y en directo" cómo se producía el segundo choque, cómo personas se lanzaban al vacío desde las ventanas de las torres, cómo finalmente éstas se desplomaban, cómo la gente corría despavorida cubierta de polvo delante de las cámaras.
Si bien hasta antes de eso la prensa, sobre todo televisiva, contaba con los medios técnicos para realizar una transmisión de esa naturaleza, el atentado a las Torres Gemelas les entregó lo que hasta entonces había faltado: la oportunidad. ¿Cómo resistirse entonces a transmitir en directo el derrumbe de un edificio que para los yanquis era todo un símbolo?
De la misma forma, ¿cómo iban a resistir los medios nacionales y extranjeros la tentación de transmitir todo ese cúmulo de emociones que fue el rescate? El negocio de la televisión es mostrar cosas que sean de interés de los televidentes. Y el rating medido (que puede ser confirmado con el interés despertado en todo el mundo) demuestra que a los televidentes sí les interesaba ver el rescate, en directo, durara las horas que durara. Y de yapa, comentarlo y difundirlo a través de las redes sociales.
Que los periodistas privilegien, por ejemplo, las lágrimas fáciles por sobre las explicaciones técnicas, es harina de otro costal, y merece otro tipo de discusión.
En ese sentido, hablar de "show mediático" por que los canales, en cadena nacional, transmitieron el rescate, es una crítica simplona que no tiene mucho asidero.
Distinto es aprovecharse, con la vista en fines propios, de esa gigantesca cobertura. Si alguno de los rostros visibles del rescate hubiera aprovechado de hacer publicidad a su pyme personal, por ejemplo, o si algún político hubiera querido mostrar esto como un triunfo de su coalición, sería evidentemente criticable y deleznable. Sin embargo, eso no ocurrió. Al contrario, Su Excelencia, con toda su incontinencia verbal, siempre habló de triunfo de Chile y de los chilenos. E incluso anoche, en entrevista por tv, le restó un poco de gas a la enorme burbuja en que se ha convertido su ministro de minería.
Creo entonces que el rescate, más que un show televisivo, fue un triunfo del trabajo serio, responsable y planificado. Un triunfo del empeño y del ingenio por sobre lo que incluso la lógica podría haber dictado al comienzo (darlos a todos por muertos, por ejemplo).
No hay que ser piñerista (que no lo soy) para reconocer que eso es mérito del gobierno. Del Presidente, de los Ministros y de otros funcionarios que no se vieron. Innegable también el mérito de los ingenieros y técnicos. Si los mass-media quieren convertir todo eso en un circo... nada que hacer, puesto que es precisamente su pega.
Y como seguramente los mass-media no darán ni el 1% de esa cobertura a la discusión sobre lo que S.E. llamó "Nuevo Trato Laboral", el desafio ahora es de los medios alternativos (incluyendo las redes sociales), para mantener viva la discusión y que los 70 días que los mineros pasaron bajo tierra no haya servido sólo para alimentar las estadísticas del rating.

jueves, 7 de octubre de 2010

Puros chistes

En un mundo donde cada día es más fácil conseguir información, es cada día más dificil ejercer alguna forma de censura. Si no pudiste ver algo publicado en algún sitio de Internet, en 5 minutos aparecerá en otro sitio, o algún alma caritativa ya lo tendrá en su computador y te lo enviará por correo electrónico.
Esa misma facilidad para conseguir información reduce la posibilidad de sentirse ofendido, insultado o menoscabado por alguien: a menos que estén directamente ensañándose contigo por algún medio, basta con cerrar la página web que no te gusta, o cambiar el canal, o cambiar la emisora, o dar vuelta la página del diario o revista cuyo contenido te pareció ofensivo. Así de simple.
Si, por ejemplo, el canal Playboy tuviera señal abierta, transmitiendo las 24 horas del día ("soñá, que es gratis" me decía una amiga argentina), no se me ocurriría armar una protesta para que saquen la señal del aire, ni soñaría con poner una bomba que hiciera volar la antena de transmisión. Simplemente agarraría el control remoto de la tv, activaría el control parental y bloquearía el canal. Et voilá! Fin del problema: Mis hijas verían monos tranquilas, mientras el vecino adolescente termina con tendinitis.
Pero cuando todo el mundo se mueve en esa dirección, cuando todo el mundo busca mayores alternativas para elegir, cuando se ha logrado cierto consenso respecto a que "dar la opción de" es mucho más humano y democrático que "imponer", aparece nuestro querido Consejo Nacional de Televisión y nos dice que no, que el control remoto no sirve, que el control parental es una herramienta tecnológica innecesaria, puesto que ellos son los encargados de velar por los contenidos a los que tenemos acceso.
El CNTV, a través del Sr. Chadwick, se apresura a señalar que ellos no han ejercido censura, puesto que la revisión (y la sansión) es posterior a la emisión. ¡Perfecto argumento de leguleyo! Es cierto, el programa se transmitió, y los que quisieron lo vieron. Y los que se lo perdieron, y después quisieron saber de qué iba el asunto, pudieron verlo en el sitio del mismo canal, o en YouTube. Pero con su decisión, el Sr. Chadwick et aleteres pueden provocar, efectivamente, censura previa. Si el canal, o los productores, o los actores, o el guionista, o cualquiera, es multado por los chistes sobre Jesús de Nazareth, entonces evidentemente esa persona, a futuro, se verá cohibido de hacer una parodia similar. Y lo mismo puede pensar cualquier otra persona: "Ni se te ocurra hacer algo como en el canal de al lado, porque nos pueden sansionar!"
Lo peor del asunto es que parece que nadie le explicó a estos señores que se trata de un programa de humor. Y que la parodia, la mofa, la burla, la exageración son parte del humor.
Y el tema es aún más complejo: el Sr. Chadwick ha tomado partido, ha revelado indirectamente cuáles son sus creencias, cuáles son sus preferencias, y quiere imponerlas a los medios de comunicación. ¿Por qué digo esto? Por simple extensión lógica: si un humorista puede burlarse del Islam parodiando a un árabe que enseña a poner bombas en televisión sin que el CNTV lo moleste, pero otro humorista no puede darle un viagra a Lázaro para que "se levante", entonces el Sr. Chadwick está diciendo que podemos hacer chistes y parodias de gallegos, de judíos, de gangosos, del islam, de los krishna, de los presidentes, de todo lo que cabe bajo el cielo, excepto del cristianismo. Eso es tomar partido. Porque no se está defendiendo el principio del respeto en sí mismo. Ni siquiera se está respondiendo a la solicitud de un grupo ofendido de ciudadanos (de 17 millones de chilenos, apenas 1 presentó un reclamo formal al consejo). Simplemente él se sintió ofendido y echó a andar la maquinaria del consejo para satisfacer su mancillado honor.
Que un organismo público se preste para que unos señores prediquen sus creencias y se puedan sentir resarcidos en su honra, es un chiste. Lamentablemente, de los malos. De los muy malos.

sábado, 20 de marzo de 2010

Otra ocasión perdida

En mi fuero interno, esperaba que el Bicentenario diera pie a dos cosas: la primera, obviamente, para celebrar; la segunda, para reflexionar.
Celebrar que somos un país independiente, y que algo hemos crecido desde la época de O'higgins, Carrera, Freire, Pinto y Portales. Celebrar, a pesar de todas las sombras que pueda proyectar sobre la tan manoseada "independencia" nuestra dependencia energética, nuestra política exterior siempre errática y nuestra sumisión a entidades externas que, paradojalmente, nos hacen creernos el hoyo del queque (FMI, Banco Mundial, ahora la OCDE...).
Y reflexionar sobre lo que hemos llegado a ser como país, y lo que aspiramos a ser por los próximos 100, 200 o mil años. Una especie de proceso parecido al de 1910, en que un grupo de intelectuales criticó por los 4 costados el país en que vivían, rescatando lo bueno y haciendo polvo lo que merecía críticas. Para los que crean que es sólo nostalgía de la Unión Nacional, les recuerdo que de esas reflexiones salieron, entre otros temas, la nacionalización del cobre (que se demoró 60 años en ser concretada), las 200 millas marinas de exclusividad económica, y el proyecto de convertir nuestro suelo en un país industrial, lo que funcionó durante un tiempo, hasta que los Chicago boys decidieron convertirnos en proveedores de materias primas y servicios.
Reflexionar sobre las instituciones que tenemos, y cómo nos gustaría que fueran. O, en última instancia, reflexionar sencillamente sobre qué tanto sentido de comunidad hay por estos suelos, y si tiene algún sentido aún seguir hablando de Nación.

Pero hay dos obstáculos que se presentan para esta reflexión.
La primera, es que tenemos un nuevo gobierno, de una coalición que en los últimos 20 años nunca había ejercido el poder. Entonces, las críticas ácidas serán tildadas de mala leche, hijas de un izquierdismo resentido por la derrota del 17 de enero. Y, obviamente, no será la derecha quien esboce un atisbo de crítica. Los partidos, y los hijos de vecino simpatizantes de la derecha se sentirán obligados, por un obtuso sentido de la lealtad, a mantener los labios cerrados o defender con excusas torpes cualquier error manifiesto.

A los factores políticos se suman los naturales: con un terremoto grado 8,8 las energías de muchos van a estar concentradas en re-construir. Y esos mismos reconstructores se encargarán de mirar con ojos de huevo frito al que ose tratar temas quizás mucho más importantes, pero infinitamente menos urgentes: entre parar una mediagua y reconstruir una escuela, o criticar el binominal... hasta a mí se me apreta la guata optar por la segunda opción.

Así, gracias al terremoto, este bicentenario (ahora sí, con minúsculas) será sólo otra ocasión perdida para reflexionar y tratar de encontrarnos y reconocernos a nosotros mismos.
(PD para los frívolos: ni siquiera para celebrar servirá de mucho, porque con esto de la reconstrucción pueden esperar sentados a que decreten feriado el 17 y/o el 20 de septiembre... el gremio de los fonderos pesa menos que la CPC)

miércoles, 17 de marzo de 2010

Política y Gestión

A propósito del ya tan manido "Hacer las cosas bien..."
Hace rato que venimos señalando aquí que el famoso acento de la derecha en "hacer las cosas bien" (heredero del fracasado "solucionar los problemas reales de la gente") significaba un intento de asesinato de la política. Sin embargo, hacer aparecer la política como un tema de mera gestión suena tan extraordinariamente atractivo, sobre todo para profesionales jóvenes aburridos de los dinosaurios partidistas, que sigue siendo el discurso más escuchado.
Por ejemplo, ante las aprehensiones que manifestábamos por los conflictos de interés entre las nuevas autoridades (véase "El gato vegetariano", en este mismo blog), la réplica que más escuchamos fue que estas nuevas autoridades, al menos, "harían las cosas bien", a diferencia, obviamente, de las anteriores.

Pero, en definitiva, ¿qué significa "hacer las cosas bien"? Supongo que a muchos nos ha pasado hacer un trabajo (para el colegio, la universidad o en la pega remunerada) y jurar por lo más sagrado que sencillamente, mejor imposible que nos quedara. Pero luego el profesor o el jefe respectivo (o algún "envidioso" compañero de trabajo) vienen y nos demuestran que en realidad con un cuatrito o un desabrido "bueno ya, gracias..." debiéramos darnos por más que satisfechos.
"Hacer las cosas bien" implica un parámetro externo a la simple gestión. Pero ese parámetro no es sólo una meta, un objetivo con un guarismo al que hay que apuntar. Antes bien, implica un marco basado en una visión del hombre y de la sociedad que debe verse reflejado en ese objetivo.
Me explico con un ejemplo extremo con el que discutía ayer en Twitter. Todos los candidatos han ofrecido, en distintos tonos, terminar con la delincuencia. Supongamos que el Presidente X decide, en vista a "hacer las cosas bien" en esa área, dar la orden y sacar a los militares a la calle con instrucciones claras de fusilar ipso facto a cualquier delincuente sorprendido in fraganti e, incluso, a los meros sospechosos. Es probable que con esa medida, la tasa de delincuencia baje a casi un 0%. ¿Cuántos de nosotros avalaríamos hoy una medida de esa naturaleza? Probablemente nadie. Sin embargo, mirando sólo los números, sería tremendamente efectiva.

En el ámbito privado también es posible encontrar ese tipo de ejemplos: una empresa puede aspirar a reventar con sus ventas el mercado, hacer caja y desaparecer, y para eso vende basura envuelta en papel celofán. Monta una agresiva campaña publicitaria, baja sus precios a niveles irrisorios, etc. En 2 meses sus números se han llenado de ceros, así que vende los activos que le quedan y sus dueños desaparecen en algún caribeño paraíso fiscal.
Otra empresa, vendiendo el mismo producto, opta por una relación de largo plazo con sus clientes. Cobra un poco más alto, pero por un producto sometido a estrictos controles de calidad en su producción. Sus números son relativamente modestos, pero después de muchos años sigue con sus fieles clientes.
¿Cuál de las dos empresas "hizo las cosas bien"? Desde mi perspectiva, ambas.
Y no lo digo porque esté de acuerdo con asaltar a los clientes para hacer dinero fácil. Lo digo simplemente porque las dos empresas hicieron lo que se propusieron dentro de sus visiones del negocio.

Con esa lata previa no quiero sino apuntar que "hacer las cosas bien" es sólo una frase rimbombante pero hueca, mientras no esté acompañada de una visión del hombre y de la sociedad que los políticos deben hacer explicita. No pretendo que nos den una cátedra de ética (para la que seguramente no tendrán espacio en la cuña televisiva), pero que al menos exhiban, con meridiana claridad, qué sueños tienen para el país que pretenden conducir.
No se puede pretender "hacer las cosas bien" si no hay un marco de referencia que nos permita evaluar no sólo cifras, sino el impacto global de las medidas respectivas. Se pueden eliminar las listas de espera en los hospitales a costa de una gran inversión pública (que implicaría seguramente endeudamiento); o bien reduciendo el tiempo de atención al saludo y la firma de la receta; o bien por medio de una alianza entre hospitales públicos y recintos privados; o derechamente eliminando la salud pública y dejando que los privados construyan cuantas clínicas consideren rentables.
Puede ser que todas esas medidas que he imaginado mientras escribo sean efectivas para reducir las listas de espera en los hospitales. Y si "hacer las cosas bien" significa que después de 4 años vamos a verificar solamente que el número respectivo sea más bajo, da lo mismo el camino que elijamos. Pero, ¿da realmente lo mismo?

Cada uno de ustedes podrá optar por una de las medidas mencionadas más arriba, y cada uno está en su legítimo derecho de pensarla como correcta. Pero si elegimos la opción A, no podemos desearle éxito al encargado de realizar esa tarea si sabemos que antes ha elegido la opción B, puesto que las dos opciones, A y B, implican visiones distintas (y a veces incluso contrapuestas) de lo "bueno" o de lo "correcto".

En resumen, como ya señalamos en un texto previo de este mismo blog, la Política entraña una visión ética. Y es esa visión la que debe alimentar los objetivos que se planteen y las estrategias para alcanzarlos. Sólo cuando eso esté claro podremos evaluar si efectivamente alguien "hizo las cosas bien". De lo contrario, su discurso son sólo cantos de sirena que buscan impedir, precisamente, la discusión de esa visión ética de fondo.

martes, 16 de marzo de 2010

El gato vegetariano

Escuchaba esta mañana en la radio (medio al pasar, así que no me hago responsable) que un miembro del clan Luksic habría rechazado la embajada en China, ofrecida por el gobierno de Sebastián Piñera.
¿Por qué se le ofrecería a un Luksic la embajada en China? El argumento sería el conocimiento que tiene de ese país, de su realidad y de sus negocios el empresario chileno. Y ese conocimiento se derivaría precisamente de los lazos comerciales que su grupo de empresas mantiene con la nación asiática.
A estas alturas, resulta ya evidente el criterio empleado para la selección de muchos de los ministros e intendentes.
En primer lugar, que tuviesen un CV de alto impacto. Criterio que en buena medida se agradece, puesto que entiendo que a todos nos gustaría que nuestros jefes (tanto en el ámbito laboral como político) sean siempre los mejor preparados.
En segundo lugar, conocimiento, y en lo posible éxito, en el área en que se desempeñarán. Y es aquí donde empezamos a transitar por terreno resbaloso, muy resbaloso.
Al apostar para diversos cargos por un perfil bien preparado, ejecutivo, con experiencia en el tema, pero por sobre todo, exitoso en el tema, surgen de inmediato tres problemas:
1. Existen ministros cuya mayor experiencia en política habrá sido ser presidente de curso en la básica. Basta ver la proporción de "independientes" en el gabinete para entenderlo. Eso responde, obviamente, al deseo irrefrenable de la derecha de "despolitizar la política" (si se me permite la expresión), convirtiéndola en mera gestión. El problema surgirá cuando esos ministros requieran lo que hace a un verdadero político: instinto, olfato, muñeca, capacidad para aunar voluntades tan dispares como por ejemplo, la CUT y la CPC.
2. Ser exitoso en un área, y no haber participado antes del gobierno, tiene como desenlace lógico algo muy obvio: conflictos de interés. Así, tenemos a un ministro de Educación dueño de una universidad privada, a un ministro de salud con participación en una importante clínica privada, a intendentes encargados de "reconstruir" con intereses en empresas constructoras de sus regiones. Con esto, insisto, no quiero cuestionar a priori sus méritos y capacidades. Pero en estricto rigor, estamos entregándole el cuidado de la carnicería al gato, apostando ciegamente a que el gato se hizo vegetariano.
Lo más triste, vergonzosamente triste, de este punto es que salvo un par de medios y algunos analistas, el tema pareciera no preocupar demasiado. Y esa falta de preocupación viene de la presidencia para abajo.
Durante la campaña presidencial, Eduardo Frei y MEO no perdían debate para hacerle ver a Piñera lo delicado de su relación política-negocios. Y el entonces candidato, hoy Presidente, hacía una finta por aquí, otra por allá, prometía una venta para tranquilizar al auditorio (periodistas y otros candidatos) pero se iba para la casa con la total tranquilidad que el tema de los conflictos de interés no le significaba ni una décima de punto en las encuestas.
Eso es lo vergonzosamente triste. En rigor, me da lo mismo las empresas que posea o no posea Sebastián Piñera. O todo el dinero que tenga amontonado debajo de su colchón. O si toma o no Coca-Cola en su casa en época de crisis. Porque en última instancia, en democracia hasta Berlusconi, Stalin o Hitler tendrían derecho a presentarse de candidatos. La indiferencia ante esto por parte de la gran mayoría de mis compatriotas, seducidos por el canto de sirena de "hacer las cosas bien", eso es lo vergonzosamente triste.

jueves, 11 de marzo de 2010

¿Buenos modales o corrección política?

@infozeus: si le va bien al gobierno, nos va bien a todos los que formamos parte de este país
Esa frase me llego por twitter hoy. Y esa frase es sólo una de las tantas formulaciones que ha tenido el mismo concepto desde el 17 de enero: al nuevo gobierno hay que desearle éxito, porque el éxito del nuevo gobierno es el éxito del país.
Siendo honestos y sinceros, en lo personal no puedo desearle éxito al nuevo gobierno. No porque no me importe Chile (muy por el contrario), no porque quiera ver a mi país sumido en el peor infierno en los próximos 4 años (que no lo creo). Sino porque simple y sencillamente, sigo creyendo en la Política.
Esa Política que debe comenzar como una opción ética, impulsada por la voluntad para cumplir aquello que soñamos. Y digo "opción ética", porque precisamente hacemos una valoración, establecemos una norma y terminamos por decir "esto es lo que creo mejor para Chile, así es como quiero ver a mi país".
Si esas opciones éticas tuviesen una sola formulación, no habría necesidad de partidos políticos, o tendríamos sólo uno, con su respectiva dictadura.
Afortunadamente, existen múltiples expresiones. Y aunque nuestros políticos quieran ahogar esa multiplicidad con su intocable sistema binominal, hoy se expresan no sólo en partidos políticos, sino que además en diversos movimientos ciudadanos, organizaciones, agrupaciones variopintas.
Algunas opciones pueden ser relativamente cercanas, y permiten formar bandos (Concertación y Alianza, por ejemplo). Otras pueden ser radicalmente distintas, y sería de locos esperar que convivan.
Por eso no le creo a Piñera cuando habla de Unidad Nacional. Pero tampoco le creería a Frei, a MEO o a cualquier otro que llamara a un gobierno de ese tipo.
Pero por eso también encuentro nada menos sincero que repetir esa manida frase que le desea éxito al rival que ha vencido.
Un ejemplo extremo: Imaginemos una elección entre Stalin y Churchill. Gane quien gane, ¿se imaginan ustedes a uno deseándole éxito al otro? Y no es por un tema de odiosidad. Es simplemente porque Churchill no podría desear que el experimento stalinista funcione, así como Stalin no puede desear que la visión del mundo y la visión del hombre de Churchill se imponga.
Por eso, puesto que no pienso como Piñera, puesto que no comparto la visión del hombre y la sociedad que tiene la derecha chilena, puesto que no creo en sus promesas (a estas alturas medio rotas), así como no creo en convertir el estado en una máquina de gestión vacía de contenidos, es que no puedo hoy desearle éxito al gobierno que comienza.
Le deseo, sencillamente, lo mejor a mi país. No para los próximos 4 años, sino para todos los que tenga por delante, "hasta que el mundo cambie de hechura"

martes, 9 de marzo de 2010

Algunas lecciones del terremoto

Primera lección: La solidaridad en Chile, contrario a lo que yo mismo pensaba, no se reduce a un show televisivo anual de 27 horas. En los primeros días post-terremoto, y antes que llegara Mario Kreutzberger a territorio nacional, ya estaba en movimiento una serie de organizaciones y, más importante aún, cientos de voluntarios para acudir en ayuda de las victimas. Eso enaltece al país entero, pero especialmente a la juventud, que fue la primera en acudir en masa, alegremente dentro de lo que la situación permitía.
Segunda lección: Carmen Fernández asegura que ONEMI no está preparado para este tipo de catastrofes. Pregunta: ¿Para qué están preparados entonces? ¿Para qué los aumentos constantes de presupuesto en esa repartición? ¿Para qué las compras de equipos y capacitaciones a alcaldes y otros estamentos? Viviendo en un país sísmico, con más de 4.000 km de costa, ¿es entendible que la oficina nacional de EMERGENCIAS no esté preparada para un terremoto y posterior tsunami? A la ineficacia de la Onemi hay que agregar los problemas de comunicación con el SHOA, resumidos muy graficamente en un fax (??!!) que no tenía toner toner (??!!). Cuando el sábado bajaba del Cajón del Maipo y escuchábamos con mi familia las noticias de lo que había ocurrido, le decía a mi esposa "Tranquila, no estamos en Haití, donde ni siquiera hay estructura de estado". La segunda lección es que en parte me equivocaba: nuestras instituciones se comportan como si estuviéramos en Haití (con todo el respeto que me merece el pueblo haitiano).
Tercera lección: Nuestros prohombres del análisis sociológico (Luis Sepúlveda en LUN, Fernando Villegas en latercera.com y otros muchos más) no tienen idea de estadística. Comparto muchas de las críticas que ambos hacen al modelo económico y a otros aspectos de nuestro país, pero de ahí a señalar que el lumpen-lumpen y el lumpen-4x4 que se dedicó a saquear después del terremoto es el reflejo del nuevo Chile es una exageración que sólo están dispuestos a avalar los medios de comunicación, que mostraron hasta el hartazgo las imágenes del caos, fomentándolo indirectamente.
Cuarta lección: Los políticos chilenos siguen sin darse cuenta que el país ha cambiado. Es injustificable que ante el desorden obvio que se produciría después de un terremoto y posterior tsunami se haya dudado en acudir a las fuerzas armadas por traumas que hoy sólo se alojan en las cabezas de nuestros viejos políticos. Y eso no sólo corre para la Concertación, que dilató la medida. También corre para La Segunda, que parece haber disfrutado poniendo una portada que parecía de 1973.
Quinta lección: Así como el terremoto sirvió de justificación para un gran despliegue solidario, y también para que unos malandras justificaran sus saqueos, también sirvió de excusa para que el Presidente Electo dejara de cumplir su promesa de venta de acciones. Hasta donde sé, la Bolsa no se ha detenido, y tampoco las empresas de Piñera salieron especialmente afectadas del terremoto como para incidir en su valor... ¿entonces?
Sexta lección: Las redes sociales llegaron para quedarse. Si bien siguen sin representar al chileno medio (basta cotejar los resultados de cualquier encuesta en Twitter con la realidad), demostraron que son un medio irreemplazable a la hora de movilizar a mucha gente, generar debate, intercambiar información en tiempo real, e incluso para ayudar a ubicar parientes perdidos. Hoy por hoy, el protocolo de la Onemi para tsunamis quizás debiera recomendar que el cabo Cristian Mendez (carabinero que dio la alarma de Tsunami por iniciativa propia) se compré un notebook con batería de larga duración y conexión satelital a Internet para prevenir a todo el planeta cuando nadie más cumple con sus obligaciones.
Séptima: Quedo claro que, en general, los estándares que poco a poco ha ido implementando el país en términos de construcción pueden resistir un terremoto de gran magnitud. El porcentaje de edificios caídos o con daños estructurales serios debe ser un porcentaje muy menor del total construido en los últimos 20 años. Sin embargo, no bastan las normas. Deben existir instancias de supervisión e inspección que aseguren el cumplimiento de éstas. Lo que digo no es nuevo: se dice siempre después de cada tragedia, o como excusa perenne ("no tenemos recursos para fiscalizar"). Pero mientras no existan, sobre todo en instancias críticas, seguiremos viendo edificios desmayados, con constructoras que no dan la cara, con alcadesas histéricas que firman la recepción de obra y se ganan ascensos, y peor aún, lamentando víctimas cuya sensible pérdida fue ocasionada por un negligente que debe tener nombre y apellido pero cuyo domicilio nadie conoce.
Octava, y por hoy la última: El loable esfuerzo realizado el viernes y sábado para reunir ayuda para las víctimas del terremoto terminó por mostrar algo terriblemente escándaloso, que disfrazado del oropel de la solidaridad pasó colado. La distribución de la riqueza sigue siendo un tema pendiente en nuestro país. No es entendible que una empresa como Celco, cuya infraestructura sufrió serios daños y hoy está casi sin producir, hiciera una donación estratosférica. ¿Cuánto habría donado en caso de no estar en el suelo? No veo problema en que una empresa tenga todo ese dinero disponible. Tampoco en que lo tenga una familia (como los Luksic con sus 2.170 millones "donados"), y tampoco en que los tenga un sujeto solo. Pero me parece escándaloso que en contraste, una familia viva con el sueldo mínimo, o que algunos profesionales recién salidos de la universidad ganen $ 250 mil al mes. Como dijo un amigo en Twitter: ¡por dios que está mal pela'o el chancho!

martes, 19 de enero de 2010

Política y Probidad

Portales, en una carta dirigida a un amigo, se quejaba que debía medirse con el tábaco por falta de dinero. Esto, después de haber sido ministro de tres carteras. Yo, que soy un fumador empedirno, no sé si habría sido capaz, como don Diego, de abstenerme de recurrir a algún contacto, en el gobierno o fuera de él, para procurarme al menos como préstamo el capital necesario para establecer alguna clase de negocio que me permitiera, sino vivir con lujos, al menos fumar tranquilamente.
Don Manuel Montt terminó sus días viviendo incómodo en su propia casa, porque debía arrendar algunas habitaciones para poder solventar los gastos de su familia.
Antonio Varas, mientras ejercía el cargo de ministro del Interior de Montt, no pudo cumplir con la recomendación médica de enviar a sus hijos al campo, simplemente porque no podía solventar las vacaciones de su familia.
En realidad, en la historia de Chile los ejemplos sobran. Hombres que, independientemente que compartamos su visión de la sociedad o su postura política, fueron un ejemplo de austeridad y de servicio público.
Y eso, en cierto modo, marcó nuestra tradición republicana. Pudieron los distintos presidentes en algún minuto cometer errores garrafales en términos políticos, estratégicos, en términos bélicos, económicos. Pero casi todos los presidentes salían del gobierno más pobres de lo que habían entrado.
Ahora, en cambio, veo el panorama un tanto distinto.
A comienzos del 2009, algunos afiebrados (que llegaron a marcar un 1%), proponen a Farkas de presidente.
Finalmente, el candidato electo resulta ser un empresario con un historial digno de película 'jolivudense'.
La historia de las tarjetas de crédito, la conversación para hundir a la Matthei (Piñeragate), el Banco de Talca, la campaña contra Hermógenes el 89... para qué agotarlos.
Según Alfredo Jocelyn-Holt, perdimos el pudor. Yo creo que es más grave que eso.
Porque se podría llegar al límite de la ingenuidad y pensar que esas prácticas quedaron en el pasado, y que efectivamente ahora tenemos a un Presidente Electo que cambió sus "métodos" y está listo para asumir una "nueva forma de gobernar".
Pero hay un pequeño detalle que enlaza los ejemplos de más arriba con lo que acabamos de señalar: los presidentes republicanos se fueron a sus casas más pobres de lo que llegaron.
En cambio este Presidente que tenemos recién electo, y que hizo un cantinflesco fideicomiso para sus acciones más pencas, hoy es más rico que hace un mes atrás.
Puedo tolerar muchas cosas. Puedo no asustarme con los fantasmas de la derecha-cuco-fascista que vendrá a perturbar nuestros sueños. Pero no puedo dejar de escandalizarme porque un especulador, que ve acrecentada en muchos millones su fortuna al otro día de la elección por no desligarse de sus negocios, es el Presidente Electo de Chile.
Portales, Montt y Varas (que incluso son íconos para la derecha) estarán hoy, seguramente, revolcándose en su tumba.

lunes, 18 de enero de 2010

Una posible causa de la derrota

Antes de dejar de ser oposición a la concertación y pasar a ser oposición a la alianza, me gustaría reflexionar sobre uno de los temas que a mi entender jugó un rol importante en la derrota de Frei este domingo.
La propuesta programática de Oceanos Azules (suerte de think tank vinculado a Frei) contenía elementos innovadores (para la concertación), que se basaba basicamente en un rol más importante para el Estado, reformas constitucionales, educación pública, reformas laborales y tributarias, y trabajar por una fuerte descentralización.
Sin embargo, ante las bajas cifras que marcaba el candidato en las encuestas (comparado con su rival, hoy Presidente Electo, pero sobre todo comparado con la actual mandataria), la estrategia fue reformulada. Oceanos Azules al tacho de la basura, y ofrecer más de lo mismo.
Patética muestra en el debate Anatel previo al 13D, donde Frei, consultado acerca de sus "nuevas" ideas para la mujer, post-Bashelé, contestó "seguir con lo mismo. Eso es lo nuevo, seguir con lo mismo".
No obstante, Frei no es Bachelet (quedó claro ayer, ¿cierto?) y esa estrategia, digitada también en parte por Velasco desde su notebook, terminó en un magro 29%.
Por el contrario, el candidato de la Alianza presenta un programa que parece tan continuista como el del mismo Frei, pero invocando sus mantras por todos conocidos. Alternancia, el cambio, la puerta giratoria, el fin de la fiesta de los narcos, fin de la corrupción.
Entre dos programas iguales y dos ánimos muy distintos (Frei que parecía "Dead man walking" y Piñera que andaba con la banda en la cartera), la gente terminó por elegir al empresario.
Y en la segunda vuelta, nuevamente un diágnostico errado.
Obviamente, los 6 puntos que le faltaban a Piñera no estaban en la derecha. Menos aún, en la izquierda. Estaban en "el centro". Y Piñera fue por esos votos, con la asesoría de Hinzpeter: son votantes que aprueban el gobierno, pero que están descontentos de la concertación. Es decir, muchos votantes de MEO.
Entonces, el lobo se disfrazó de oveja. Dejó en el hotel a los dirigentes históricos de la derecha, y salió al escenario a celebrar su triunfo en primera vuelta con un montón de desconocidos nacidos en los 80 y los 90. Y se cuidó de mantener esa imagen hasta el día de hoy.
¿Qué hace la concertación cuando ve que Piñera y "la derecha" se visten de ovejas para conquistar "el centro"? Una movida de ajedrez: polarizar el discurso para que "la derecha" parezca derecha, y no "bacheletistas-aliancistas".
Piñera, como si lloviera. Con una facilidad para esquivar los cuchillazos (hasta hoy, en que sus acciones suben como espuma, el tema de los negocios no le hace mella), siguió su paso triunfal hasta la Moneda.
Y la concertación persistía. Todo lo que dijeran o hicieran les salía mal. Y Piñera, como si lloviera.
Y ahí estuvo el problema. Frei terminó captando los votos de Arrate (era que no...) pero a costa de dejarle "el centro" libre a Piñera, que no lo pescó con su polarización.
Los votos de MEO de "el centro" que pudo captar, se fueron a darle el triunfo a la alianza. Y entre ellos deben haber ido muchos antiguos simpatizantes DC, esos que alcanzaron a escuchar hablar de la falange (con lo moderno de nuestro padrón electoral, no se puede esperar otra cosa) y que al final del día ven con más simpatía a Sebastian y Allamand que a Escalona y otros "upelientos".
Ahí perdió la concertación. Perdió cuando dejó de ser el conglomerado político que convocaba tanto a la izquierda (que veía avances en sus áreas de interés "en la medida de lo posible") como también a los moderados de "el centro", que en el fondo no aspiran a más que un país medianamente justo y en orden, con oportunidades para sus hijos, por los que se sacan la cresta día a día.

domingo, 17 de enero de 2010

Nuevos vientos... ¿qué clase de vientos?

Rosende, con mucha mayor dignidad que Alberto Cardemil en 1988 (mucho menos sudor y cifras no truchas) entregó el primer computo, con un poco más de 60% de mesas escrutadas, favorable a Sebastian Piñera.
Felicitaciones entonces a quienes votaron por él.
Pero no se le viene fácil al Presidente-Empresario.

Quizás no es hora de numerarlos, pero son muchos los factores que pueden transformarse en graves tropiezos para un gobierno de centro derecha. Esperemos, por el bien de Chile, que puedan sortearlos, sino con éxito, al menos causando el menos daño posible a nuestro país.

Por el lado de la concertación. Ufff.
Creo que nunca como en este momento adquirieron tanta validez las críticas de MEO durante la campaña, y eso exige que se haga un serio reestructuramiento de las cúpulas de los partidos y del funcionamiento de la Concertación en general. Suponiendo que mañana todavía quede concertación.
De momento, el intento de Latorre y Escalona de hacer un discurso, interrumpido por la gente presente en el comando, es una muestra de lo que "el pueblo llano de la concertación" está esperando para comenzar: las cabezas en una bandeja de plata, cual Salomé en las piernas del rey Herodes.

Sin embargo, mi preocupación de fondo no son los 4 jinetes del apocalipsis (que no creo, como muchos que trataron de asustarme, vengan cabalgando hacia Chilito), sino, como viejo zoon politikon, la calidad de la Política.
No me olvido que fue la derecha la que instaló el discurso de los "problemas reales de la gente", que significaba el fin de la política y la instauración de pura "buena gestión" basada en encuestas de "preocupaciones". Adimark averigua qué le preocupa a la gente, y el ingeniero Hinzpeter dice qué, cómo y cuándo hay que hablar. Esa lógica, asimilada por la concertación, y que en gran medida creo es parte importante de esta derrota, es la que elimina la discusión política e instaura la pura "buena gestión". Por eso nuestras elecciones, hace muchos años, vienen careciendo de ideas y son sólo un despliegue de marketing político.
Eso me preocupa. Que esa precariedad en la que vivimos hoy termine por convertirse en completa indigencia.
El resto de las preocupaciones... las iremos viendo en el camino.

miércoles, 13 de enero de 2010

Después del Nihilismo - Idea para una política del desencanto

Cien años antes de la caída del muro de Berlín y del término de los socialismos reales, Nietzsche se encargó de extender el certificado de defunción de dios y anunciar el nihilismo, que se apoderaría de Europa.
En ese contexto, los grandes relatos del siglo XX no eran más que paliativos que buscaba occidente para ignorar la muerte de dios y su consecuente nihilismo, su consecuente descreimiento en toda clase de valores trascendentes.
El marxismo, el comunismo, el nacionalsocialismo, el fascismo... todos intentos espúreos de reemplazar a ese dios que nos había dejado huérfanos, asustados e inermes, ya fuera con la clase, con la comunidad, con la raza, con el estado... todas palabras altisonantes que mientras más parecían abarcar y más fuerte querían sonar más delataban las carencias metafísicas de sus portavoces.
Porque claro, si un hombre no es capaz de levantarse, como pedía Nietzsche a sus aspirantes a súper hombre, y crear él sus propios valores, elevar él sus propios criterios de verdad y no verdad, construir él, a fin de cuentas, su propia realidad (basta con repasar "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral" y algunos capítulos de "La Voluntad de Poder"), entonces ese hombre estaría obligado a replegarse, a no ver la muerte de dios como una liberación de sí, y recurrir a sucedáneos que le ayudarán a no naufragar en un universo que no contenía ningún axis mundi, ningún eje rector, ningún en-sí perpetuo, inmutable, idéntico siempre a sí mismo, punto de referencia estable y perenne, cruz en el mapa, estrellita roja en mapcity.
Lamentablemente, con el fin de los socialismos reales, alguien se olió el triste final de las ideologías en cuanto referentes reemplazantes de dios. Pero en lugar de reivindicar la capacidad de los hombres, en cuanto individuos y en cuanto comunidad, de elevar sus propios criterios de verdad, dijo que ésta, si existía, la fijaba el mercado.
Y así llegó el paroxismo capitalista, y el paroxismo de su hermanastra, la democracia representativa. Un ciudadano, un voto. Mientras más votos obtienes, mayor es tu cuota de mercado. Y los que habían enarbolado por gran parte del siglo XX los grandes mitos convocadores, en lugar de jubilarse, se convirtieron en políticos pragmáticos, en dueños de pequeños feudos que administraban a través de una que otra gracia que hacían para la que la galeria les entregara a cambio unos cuantos votos, una cierta cuota de mercado.
Como era de esperarse, abusaron.
Creyeron que la muerte de los grandes relatos del siglo XX implicaba la ausencia total de un miserable esbozo de idea, y en lugar de transformar revoluciones grandilocuentes en propuestas serias, pensaron que éstas últimas también habían jubilado y bastaba con reemplazarlas por ofertazos.
Efectivamente, hoy no tiene sentido hablar de una revolución que engendre un hombre nuevo, o una nueva patria. Pero eso no significa conformarse con "bonos marzo" o "maz ezta'o". La ausencia de grandes relatos, arrastrados por el nihilismo, no significa ciudadanos hipnotizados por Yingo que sólo esperan una orden para hacer una fila y marcar una raya.
Esa mezcla de muerte de grandes ideales y banalización de la política termina generando a los desencantados, entre los que me cuento.
¿Qué nos queda entonces a nosotros por hacer en política?
La solución más fácil sería mandar todo a la mierda y rumiar nuestro desencanto en forma de gruñidos al televisor mientras vemos los noticieros.
O buscar el espacio en el que podamos meter una mano, quizás apenas un dedo, y podamos decir lo que pensamos, lo que soñamos, ya no para ese "hombre nuevo" que no llegará, sino simplemente para nuestros hijos.
Puede que aparezca ese espacio pequeñito, puede que no. Puede que incluso tengamos suerte y aparezca alguien en quien creamos escuchar lo que nosotros mismos diríamos. Y podemos trabajar por esas ideas, por esos sueños que se parecen tanto a los nuestros. Pero sin un criterio único de verdad. Porque al estar ausentes los grandes relatos, al estar ausente dios padre todopoderoso, sólo quedan nuestras interpretaciones del mundo, que pueden parecerse mas nunca coincidir exactamente. Y es ese diferencial, eso que el otro-parecido-a-mí hizo y que yo no habría hecho, eso que el otro-parecido-a-mí no hizo y que yo no habría dudado en hacer, lo que debemos tratar sino con simpatía, al menos con indulgencia. Puesto que los grandes juicios condenatorios en la plaza pública sólo pueden tener cabida cuando se tiene a mano un criterio único de verdad. Ese mismo que hoy ya no existe.
Cada uno sabrá hasta tolera el margen de diferencia. Cada uno sabrá qué porcentaje puede llegar a tolerar. Y por lo tanto, cada uno sabrá quién es hoy su aliado y quien está hoy en otro bando. Pero cada uno debe saber que el único derecho que no tiene es el de esperar de los otros lo que nosotros haríamos.

MEO NO apoya a Frei --o el valor del lenguaje en política

Siempre me ha preocupado el lenguaje. Siempre me han llamado la atención esas personas (escritores, personajes públicos, políticos, comentaristas) que son capaces de construir una frase casi perfecta que no deja lugar a ninguna interpretación. O al revés, esas frases mágicas que esconden mil interpretaciones y que pueden congregar a cientos de académicos a discutir durante mil años qué quiso decir fulano de tal con un graffiti ininteligible.
Los políticos chilenos (no conozco a los de otras latitudes) son expertos en ese segundo tipo de declaraciones. No por poesía, claro está, sino por el viejo arte de "sacarle el poto a la jeringa". Basta recordar pasajes celebres de los debates presidenciales, donde dicen "No" aparentando no poder estar más de acuerdo, o dicen "Sí" detrás de un millón de negativas.
Las declaraciones de MEO hoy en el Congreso no puedo catalogarlas aún, porque fue un poquitín más largo que las cuñas televisivas a las que nos tienen acostumbrados los editores periodísticos, y porque la cantidad de tópicos aludidos también supera a la que nos tienen acostumbrados los políticos chilenos, quienes habitualmente sólo pueden tratar uno o dos temas a la vez.
Pero en resumen, MEO se paseó por sus lugares comunes: criticó la calidad de la democracia partidista, destacó que fue presidente de Chile por unos días (en un régimen presidencialista como el nuestro, ¿quién impone la agenda legislativa? El presidente, no un ex-candidato, por muy diputado que sea), y repitió lo que venía diciendo hasta el 13D: sería oposición constructiva pero combativa de cualquiera que resultara electo.
Hasta ahí, sus electores más radicales deben haber estado satisfechos. Marco seguía apareciendo con sus críticas a la derecha y a la cúpula de los partidos de la concertación.
Pero vino la novedad del día, que tampoco era tanta, pues venía siendo anunciada por los medios (y por los miedos) desde el lunes: su voto el 17E a la candidatura del 29%.
En twitter y comentarios a noticiarios en línea he visto de todo: Piñeristas eufóricos que aseguran que con esto su candidato gana al quedar demostrado que MEO era sólo uno más del montón; Freistas saltando en una pata porque creen que el 1,8% que indicaba la MORI de separación ya se convertía en nada; partidarios de Marco asustados por la derecha que declaran que lo seguirán y votarán por Frei; y partidarios más radicales de MEO que acusan decepción, desilución, venta de ideales, traición, y otros dulces epítetos.
Pero si las palabras tienen algún valor en política, y no sólo en política, hay que darse la lata (a veces lamentablemente) de leer con cuidado, de escuchar con atención, y tratar de descubrir por qué una coma está después y no antes, por qué un punto es seguido y no aparte, por qué una palabra tiene tilde en la última sílaba y no en la penúltima (maravillosa distinción que con una pequeña manchita puede poner a una palabra en el ayer, en el hoy o en el mañana).
Lo que Marco señaló es lo mismo de siempre, y todas las veces que mencionó por su nombre al candidato de la Concertación de partidos por la democracia, fue para denostarlo y, peor para él, ponerlo al mismo nivel que su contendor.
¿En qué forma se produce entonces el apoyo a su candidatura? Aludiendo a sus simpatías por el "pueblo llano concertacionista" y a la historia común. Nada más. No habló de simpatías con el candidato, ni siquiera le hizo un mínimo guiño que éste pudiese poner en la franja o que pueda citar con un mínimo de decoro y orgullo.
Marco sólo dijo que en este momento histórico, está en contra de la derecha y eso lo lleva a acompañar al 29% de los electores, no a su candidato.
Esto puede tener dos lecturas: la poética y altruista, o la política estratégica.
La poética y altruista dice que cuando te reconoces miembro de una comunidad, con lazos que trascienden ciertas coyunturas momentáneas, tienes todo el derecho y el deber de criticarlo e insultarlo si quieres, pero a la hora de los quiubos, los abrazas y sufres "la peste" con ellos ("Simpatía" le llamaba Jean Tarrou, a propósito de los 50 años de la muerte de Albert Camus).
La política estratégica dice que el electorado que le interesa seducir a Marco, con vistas al 2014, es precisamente el electorado concertacionista. Con este guiño, declarándoles a ellos y no a su candidato su simpatía, seguramente pretenderá empezar a encabezar las encuestas con miras al 2014.
¿Traición? ¿Inconsecuencia? Creo que no. Creo que los mismos que lo aplaudían rabiosamente en sus últimas intervenciones públicas no escucharon cuando, después de apalear a los dirigentes de la concertación declaraba su pertenencia a ese "pueblo llano de la concertación" al que hoy decide acompañar.
Quizás lo más reprochable, si la motivación de estas declaraciones son las político-estratégicas que mencionamos, sea que Marco, haciendo uso de viejas prácticas políticas, sintiera como cautivo ese 20% que lo apoyó, y le diera la espalda a gran parte de ellos para buscar al otro 29%. Eso es lo mismo que hacen los políticos tradicionales de izquierda y derecha: ignorar a sus electores tradicionales ("total, estos giles si no votan por nosotros no votan por nadie") para salir a buscar los votos que les faltan y así completar el preciado 50+1.

lunes, 11 de enero de 2010

Por qué voto NULO

La reacción de muchos cuyo candidato no pasó a segunda vuelta fue señalar que votarían nulo.
Obviamente, cuando alguien decide sustraerse a una elección ya no es mucho más lo que puede opinar, por lo que dicha opción tiende a autosilenciarse rapidamente. Y hace que se escuche más fuerte aún el otro discurso que ha surgido en estos días: votar nulo es votar por Piñera, o dicho de otra forma por Rodrigo Medel en La Tercera (¿para no pelearse con los piñeristas por lo frontal?), "El voto nulo no existe".
Por lo tanto, el voto nulo ha quedado desvalorizado frente a la opción de un voto útil o estratégico, que impediría el arribo al poder del archirrival, del Señor Oscuro. O, buscando un argumento salomónico, el voto nulo queda descalificado por no ser justo, por castigar más una opción en lugar de otra (columna de Medel y algunos twitter de hoy de Fernando Paulsen).
Partamos por el final.
El razonamiento de Medel se reduce a que, si en términos matemáticos proyectamos las votaciones de Piñera y Frei al 100%, uno queda con un 60% y el otro con un 40%. El voto nulo entonces sería un castigo mayor para Frei que para Piñera.
Dicho argumento reconoce un inmovilismo de los electores que personalmente me molesta: las votaciones de Frei y Piñera en primera vuelta se mantendrán consistentes, y nadie que haya votado por uno u otro cambiará su preferencia el 17E. Pero si se quiere asumir un inmovilismo de los electores, ¿por qué no asumir entonces otro inmovilismo? A saber: históricamente, los votantes de la izquierda ex-extra-parlamentaria han votado por el candidato de la concertación en segunda vuelta; y a eso se suma que el díscolo candidato ha insistido en su nula posibilidad de apoyo a Piñera.
Efectivamente, Sr. Medel, en el mundo abstracto de los números, un voto nulo puede significar un rechazo mayor a Frei que a Piñera, si y sólo si todos los votantes de Arrate y MEO votarán nulo. En cambio, en el crudo mundo de la política y realizada la repartija de adhesiones post-13D, la proporción de castigo para ambas candidaturas tiende a emparejarse. Entonces, si bien no podemos decir que el voto nulo castigue exactamente en un 50% a cada uno de los candidatos, sí podemos decir que el porcentaje tenderá a ser similar.
El otro argumento de descalificación del voto nulo es la tentación del voto útil o estratégico.
Señora, Señor, vote por el candidato X para que no gane el candidato Y (Su versión más ruidosa viene del mundo de la concertación, llamando a votar por Frei para que no gobierne la derecha, pero también lo he leído en muchos blogs, comentarios y twitter por el otro lado: vote Piñera para que no siga la "corruptación", u otros epítetos similares).
La realidad política nos hace preveer que cualquiera de los dos candidatos, en caso de resultar electo, se presentará a sí mismo como un triunfador, y no como el portavoz del castigo hacia su rival.
Es decir, ambos gobernarán con la ilusión que sus ideas (si es que las tienen) captaron más adhesiones que el contrario.
¿Qué pasa entonces con quienes no creían en las propuestas (o ausencia de éstas) de un candidato y votaron por él para evitar al rival? ¿Podrán ir al día siguiente a la Moneda a exigir algo de su electo presidente? Ciertamente, no.
De hecho, hagamos un ejercicio falaz pero que sirve para graficar lo anterior: Frei mantiene su 29% de "adhesión", pero gana la presidencia. ¿Cómo? Sumando un 22% de voto castigo a la derecha. ¿Cómo podría Frei hacerse cargo de ese 22% de electores? ¿Cómo podría representarlos? ¿Cómo podría decir desde el balcón de la Moneda, que escuchó el mensaje de ese 22%? No tiene forma de hacerlo. Pero mucho más grave aún: ¿qué validez tiene su votación total? ¿podremos considerar que su programa de gobierno para los próximos 4 años ha sido aprobado por la ciudadanía? De ninguna manera, puesto que los electores ni siquiera lo estarían prefiriendo a él por sus ideas, por sus propuestas, ni siquiera por ser el "mal menor" (expresión de por sí bastante chocante en una elección presidencial). ¡Lo estarían votando por ser el no-otro!
Y con el candidato de la Coalición ocurre exactamente lo mismo: ¿cuánto de su votación en primera vuelta no habrá sido precisamente de castigo a la concertación? o, dicho a la manera concertacionista, ¿cuántos derechistas que no quieren a Piñera habrán votado por él por ser "el mal menor"?
Si ese es el fundamento de nuestras elecciones, nuestra democracia entonces se habría convertido sencillamente en una vergüenza. Y conste que no estoy pidiendo un candidato que me represente al 100% (que creo no existe), sino un mínimo de ideas que provoquen en mí al menos un mínimo de entusiasmo por votar a favor de él.
A eso se suma la solución de Paulsen de hoy expresada en twitter: si te da lo mismo quien gobierne, tira una moneda dentro de la urna y vota por uno de los dos, igualando así las posibilidades.
Esta "cantinflesca" solución podría ser válida para alguien a quien efectivamente le da lo mismo quién gobierne. Pero, ¿qué ocurre con aquellos a quienes no nos da lo mismo quién gobierne Chile?
A partir de todo lo anterior, resumo entonces mis razones por la que votaré NULO el próximo domingo:
1. En primer lugar, no me siento convocado por el proyecto político de ninguno de los dos bandos.
2. Ambos candidatos me merecen severos reparos, que a diferencia de los de Patricio Navia, no se desvanecen con una garantía que parece mensaje de twitter.
3. Ambas coaliciones han mantenido la política alejada de la ciudadanía gracias al binominal, y en vista de los resultados de la última elección, ninguno de los dos bloques se esforzará por suprimirlo (basta preguntarle a Fulvio Rossi y Pepe Auth).
4. Ninguna de las dos coaliciones representa el sueño de un país nuevo que enfrente los desafíos pendientes y los que traerán los próximos 100 años de nuestra existencia.
5. No voy a avalar a ninguno de los dos en su sensación de triunfo después del 17E. Mi voto no es por el "mal menor".
6. No me preocupa que mi voto de castigo sea matemáticamente injusto. Primero porque de acuerdo a lo ya señalado, la proporción de inequidad del castigo tenderá a desaparecer, y segundo porque mi castigo, en este caso, es hacia un sistema anti-participativo más que a las personas de los candidatos (que también me merecen reparos, como ya dije).
Por todas esas razones, votaré NULO este domingo.
Creo que con más tranquilidad de conciencia con la que alguien votará por Frei contra "la derecha facha" o con la que alguien votará por Piñera para "desalojar a la corruptación".

miércoles, 6 de enero de 2010

Carta abierta a Patricio Navia

Estimado Patricio:
Ayer leí tu columna indicando las razones por las que considerabas válido que un Concertacionista desilusionado votara por Piñera el próximo 17 de enero.
Casi en paralelo, leía por Twitter mensajes variopintos indicando que eras un chaquetero, que te habías dado una voltereta, que eras un traidor, y muchas otras cosas que también habrás leído.
Por un minuto pensé que era la típica falta de comprensión de lectura que campea en nuestro país, puesto que yo leía como un diagnóstico lo que otros, según yo, leían como una declaración de voto. Pero después de escribir un par de twitts defendiendo tu derecho, y el de cualquiera, a cambiar de opinión ante lo que se considere como "evidencia razonable", un contacto me indicó la página de El Mercurio donde encontraría la "declaración de voto".
Oh sorpresa.
Sorpresa no por haber leído que votarás por Piñera, puesto que te reconozco el derecho a votar libremente por cualquiera de los dos candidatos o nulo o en blanco, o por Walt Disney si prefieres el próximo 17 de enero.
Sorpresa porque entiendo que un cientista político, alguien que se dedica y vive del análisis de la realidad política, algo debiera entender del tejemaneje de los partidos, las campañas y las personas mismas de los políticos.
En ese sentido, no sé si atribuir a ceguera, torpeza o ingenuidad el que hayas tan candidamente expresado tu simpatía por el candidato de la Alianza a través de un correo electrónico. Porque habiendo visto la forma en que ambos candidatos han estado peleando el 20% de MEO, era de esperar, era lógico, era perfectamente previsible hasta por un Sebastian Bowen o una Marcela Sabat, que cualquiera de los dos que hubiese recibido el correo lo filtraría "ipso flatus" (Papelucho) a la prensa.
Imperdonable la torpeza, la ingenuidad o la ceguera conociendo además el historial personal del destinatario del correo electrónico: Juan Andrés Richards y Evelyn Matthei podrían haberte recomendado que no lo enviaras. ¡Lástima que Ricardo Claro no ande penando por tu casa para que hubiese evitado que tu dedo hiciera clic en el botón "Enviar"! (¿o Send? con tanto bilingüismo cursi en los correos me queda la duda)
En ese escenario, yo me estaría replanteando seriamente mi voto, considerando que el candidato a quien acababas de entregar explicitamente tu confianza ("Yo y millones de chilenos te estamos dando nuestra confianza") se pasó dicha confianza por muy buena parte. Quizás te habrían criticado una voltereta más, pero esta segunda voltereta se basaría precisamente en que quedaba sin fundamento la llamada "primera voltereta". Me explico:
En el correo a SP del 28 de diciembre (¿no era broma de inocentes, cierto?) le planteas 3 aprehensiones que te impiden a votar por él:
1. La derecha pinochetista, 2. El elitismo, 3. El conflicto de intereses
Probablemente, viniendo del mundo concertacionista, no serán esas 3 las únicas aprehensiones, pero si seguramente las más importantes.
¿Y cuál es la argumentación del candidato de la Alianza para derribar una a una, con una solidez digna de un maestro de retórica griego, todas tus aprehensiones? "Leí tus tres aprensiones (sic) y te puedo garantizar que no debes temer a ninguna".
¿Eso es todo? ¡Sí! ¡Eso es todo! Un simple "Relájate y confía", que es lo mismo que le dirían los tipos de 18 a sus pololas vírgenes de 16.
Es decir, ninguna argumentación. Ninguna "evidencia razonable". Ningún raciocinio. Ningún encadenamiento lógico de hechos y/o premisas que permitan concluir que no debes temer a tus aprehensiones, Patricio. Es decir, pura confianza. Confianza que al día siguiente el propio candidato se encarga de hacer pedazos filtrando (o permitiendo que filtren, que es lo mismo) el dichoso correo a la prensa.
Si esto no es un tongo y no hay por ahí, en algún rincón, algún otro correo con las verdaderas argumentaciones habituales entre gente inteligente, entonces, Patricio, estás en tu derecho a volver a cambiar de opinión por haber visto violada la confianza que, tan candidamente, era el único argumento del que te aferrabas para votar por Piñera.
Eso sería fidelidad. No a una coalición, no a un candidato, sino exclusivamente al único argumento que hasta ahora has mostrado tener: la confianza basada en una declaración de menos de 140 caracteres. Twitt!!
¡Suerte!