miércoles, 17 de marzo de 2010

Política y Gestión

A propósito del ya tan manido "Hacer las cosas bien..."
Hace rato que venimos señalando aquí que el famoso acento de la derecha en "hacer las cosas bien" (heredero del fracasado "solucionar los problemas reales de la gente") significaba un intento de asesinato de la política. Sin embargo, hacer aparecer la política como un tema de mera gestión suena tan extraordinariamente atractivo, sobre todo para profesionales jóvenes aburridos de los dinosaurios partidistas, que sigue siendo el discurso más escuchado.
Por ejemplo, ante las aprehensiones que manifestábamos por los conflictos de interés entre las nuevas autoridades (véase "El gato vegetariano", en este mismo blog), la réplica que más escuchamos fue que estas nuevas autoridades, al menos, "harían las cosas bien", a diferencia, obviamente, de las anteriores.

Pero, en definitiva, ¿qué significa "hacer las cosas bien"? Supongo que a muchos nos ha pasado hacer un trabajo (para el colegio, la universidad o en la pega remunerada) y jurar por lo más sagrado que sencillamente, mejor imposible que nos quedara. Pero luego el profesor o el jefe respectivo (o algún "envidioso" compañero de trabajo) vienen y nos demuestran que en realidad con un cuatrito o un desabrido "bueno ya, gracias..." debiéramos darnos por más que satisfechos.
"Hacer las cosas bien" implica un parámetro externo a la simple gestión. Pero ese parámetro no es sólo una meta, un objetivo con un guarismo al que hay que apuntar. Antes bien, implica un marco basado en una visión del hombre y de la sociedad que debe verse reflejado en ese objetivo.
Me explico con un ejemplo extremo con el que discutía ayer en Twitter. Todos los candidatos han ofrecido, en distintos tonos, terminar con la delincuencia. Supongamos que el Presidente X decide, en vista a "hacer las cosas bien" en esa área, dar la orden y sacar a los militares a la calle con instrucciones claras de fusilar ipso facto a cualquier delincuente sorprendido in fraganti e, incluso, a los meros sospechosos. Es probable que con esa medida, la tasa de delincuencia baje a casi un 0%. ¿Cuántos de nosotros avalaríamos hoy una medida de esa naturaleza? Probablemente nadie. Sin embargo, mirando sólo los números, sería tremendamente efectiva.

En el ámbito privado también es posible encontrar ese tipo de ejemplos: una empresa puede aspirar a reventar con sus ventas el mercado, hacer caja y desaparecer, y para eso vende basura envuelta en papel celofán. Monta una agresiva campaña publicitaria, baja sus precios a niveles irrisorios, etc. En 2 meses sus números se han llenado de ceros, así que vende los activos que le quedan y sus dueños desaparecen en algún caribeño paraíso fiscal.
Otra empresa, vendiendo el mismo producto, opta por una relación de largo plazo con sus clientes. Cobra un poco más alto, pero por un producto sometido a estrictos controles de calidad en su producción. Sus números son relativamente modestos, pero después de muchos años sigue con sus fieles clientes.
¿Cuál de las dos empresas "hizo las cosas bien"? Desde mi perspectiva, ambas.
Y no lo digo porque esté de acuerdo con asaltar a los clientes para hacer dinero fácil. Lo digo simplemente porque las dos empresas hicieron lo que se propusieron dentro de sus visiones del negocio.

Con esa lata previa no quiero sino apuntar que "hacer las cosas bien" es sólo una frase rimbombante pero hueca, mientras no esté acompañada de una visión del hombre y de la sociedad que los políticos deben hacer explicita. No pretendo que nos den una cátedra de ética (para la que seguramente no tendrán espacio en la cuña televisiva), pero que al menos exhiban, con meridiana claridad, qué sueños tienen para el país que pretenden conducir.
No se puede pretender "hacer las cosas bien" si no hay un marco de referencia que nos permita evaluar no sólo cifras, sino el impacto global de las medidas respectivas. Se pueden eliminar las listas de espera en los hospitales a costa de una gran inversión pública (que implicaría seguramente endeudamiento); o bien reduciendo el tiempo de atención al saludo y la firma de la receta; o bien por medio de una alianza entre hospitales públicos y recintos privados; o derechamente eliminando la salud pública y dejando que los privados construyan cuantas clínicas consideren rentables.
Puede ser que todas esas medidas que he imaginado mientras escribo sean efectivas para reducir las listas de espera en los hospitales. Y si "hacer las cosas bien" significa que después de 4 años vamos a verificar solamente que el número respectivo sea más bajo, da lo mismo el camino que elijamos. Pero, ¿da realmente lo mismo?

Cada uno de ustedes podrá optar por una de las medidas mencionadas más arriba, y cada uno está en su legítimo derecho de pensarla como correcta. Pero si elegimos la opción A, no podemos desearle éxito al encargado de realizar esa tarea si sabemos que antes ha elegido la opción B, puesto que las dos opciones, A y B, implican visiones distintas (y a veces incluso contrapuestas) de lo "bueno" o de lo "correcto".

En resumen, como ya señalamos en un texto previo de este mismo blog, la Política entraña una visión ética. Y es esa visión la que debe alimentar los objetivos que se planteen y las estrategias para alcanzarlos. Sólo cuando eso esté claro podremos evaluar si efectivamente alguien "hizo las cosas bien". De lo contrario, su discurso son sólo cantos de sirena que buscan impedir, precisamente, la discusión de esa visión ética de fondo.

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