jueves, 17 de diciembre de 2009

El espíritu de la Transición y la Nueva Política

En estos últimos 20 años hemos escuchado muchas veces el anuncio del término de la transición.
Sin embargo, siempre volvemos sobre lo mismo, lo que implica que en realidad nunca ha terminado.
Leía hoy una columna de Juan Francisco Coloane en La Tercera al respecto, donde aparecen una serie de áreas en las que no se ha cerrado la transición. Reproduzco el párrafo en cuestión:
"En la evaluación más somera, [la transición] está inconclusa en varias áreas: la Constitución, los procesos abiertos e inacabados de reparación y justicia a los DDHH, el cierre del binominalismo, plenas garantías de libertad de prensa, ley de amnistía, rectificar las leyes que perjudican al empleado, y reducir al máximo el autoritarismo del estado que se prolonga como cultura después de una larga dictadura. Son algunas áreas".
En la lógica del Sr. Coloane (que es la lógica de muchos, y sobre todo de la Concertación), la transición se cerraría por el solo hecho de alcanzar una serie de objetivos (que programáticamente además pertenecen a la centro izquierda).
Supongamos por un minuto que la Concertación convence a la Alianza de realizar reformas en las áreas señaladas (y en todas las que queramos), ¿qué ocurrirá con la transición? ¿se podrá extender su certificado de defunción?
Creo que ciertamente, no.
Porque el cierre de la transición no puede estar determinado por el grado de avance/retroceso en determinados temas o áreas. Por la sencilla razón que el grado de avance/retroceso será siempre discutible y, peor aún, la lista de temas puede ser fruto de más peleas que las que se han visto en la misma transición.
La transición, cuyo comienzo se señala a fines de los 80, está marcada precisamente por el espíritu de esa época. Y ese espíritu es el de la confrontación entre el "Sí" y el "No", entre los que apoyaban el regimen militar y los que estaban en contra.
Ese espíritu, esa lógica, determinó además la conformación de las 2 fuerzas políticas que acapararon la mayoría de los votos desde el 89 a la fecha, y ese espíritu ha sido además el que les ha marcado el rumbo y el grado de acuerdo que tendrían en diversos proyectos.
La transición, para nosotros, no es el proceso por el cual la Concertación "reforma" el regimen de Pinochet, sino que es la forma que ha tomado el devenir guiado por ese espíritu, el día a día realizado por dirigentes que se han inspirado en esa lógica.
Sin el término de esa lógica, que invoca a Pinochet como un terrible fantasma, o bien como un padre de la patria (hoy silenciosamente, porque ahuyenta votos), no hay fin de la transición posible.
Cualquier reforma, avance o retroceso en los temas que sea, sólo tendrá consecuencias prácticas, pero no impedirá que los dos grandes bloques sigan invocando las mismas diferencias y manejando los mismos códigos de los últimos 30 años.
¿Cómo terminamos entonces la transición?
Es tan simple y a la vez tan complejo... Basta con dejar de hacer política mirando hacia atrás.
Alguien puede tener un altar dedicado a Pinochet en su casa, pero no asumir esa admiración como el marco rector de su actuar político. Alguien puede, al contrario, tener en su casa un rincón con una foto en blanco y negro. Y esa foto puede ser su motivación personal diaria, incluso su fuente de inspiración para seguir ciertos ideales, pero no el marco rector de su actuar político.
Creo que algo de eso se avanzó el domingo 13.
Un 20% de los chilenos votaron fuera de los dos grandes bloques tradicionales en la elección presidencial, forzando una segunda vuelta que hoy es una gran incognita, porque no se sentían identificados y menos aún convocados por Frei o Piñera, sino que se sentían convocados por un joven que, pese a tener una historia personal que podría llenarlo de odios y resentimientos, habla de temas nuevos y de discusiones que trascienden las lógicas a las que estábamos acostumbrados.
Por eso creo que parte sustancial de ese 20% son jóvenes como él, que creen que la política debe ser el luegar para discutir y realizar los sueños.
Ahora, la votación de este domingo no basta para cerrar la transición. Puesto que si MEO no logra formar un referente nuevo, que se desmarque de los dos bloques, sus votantes terminarán dispersos, naufragando y aferrándose a uno de los dos candidatos para no ahogarse. Si en cambio, ese referente se convierte en una realidad operante (y no sólo numérica), y logra hacer jubilar a los Escalona, a los Novoa, a los Larraín y a los Nuñez, y a tantos otros de un lado y de otro, entonces sí podríamos comenzar a hablar, los jóvenes de hoy, del fin de la transición.

1 comentario:

  1. Aunque MEO forme un nuevo referente político, no estaremos asistiendo al fin de la transición. Sin duda será un paso importante, viniendo de quien viene, pero estamos LEJOS de hablar del fin del proceso, porque la realidad chilena es más que particular:durante 20 años, retomaron el poder las mismas víctimas,con el Gral. en el Senado y sus seguidores en los escaños del Congreso.Mientras no se vaya el último Escalona, ni el último Cardemil no estaremos ante el fin de la transición.
    No cerrar las heridas nos está costando carísimo, pero digámoslo con todas sus letras: si ello no ha ocurrido no es sólo porque el Poder Judicial no ha estado a la altura de las circunstancias, sino porque elección tras elección, hay un grupo que se encarga de sacar a relucir el tema, con tal de asegurar un segmento de los votos.

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