martes, 29 de diciembre de 2009

Caras Nuevas en Política

Los más conocidos de las estructuras partidistas, los más visibles de los comandos de los candidatos, los voceros más recurrentes no son precisamente lo que podríamos llamar "caras nuevas".
Y en el caso que sean relativamente jóvenes, vienen por lo general con un apellido que demuestra que el partido es casi una "empresa familiar" (hoy lo decía Patricio Navia en twitter: "los 3 sub-50 de comando de Frei (Tohá, Lagos Jr., Orrego) son hijos de políticos").
Hasta hace muy pocos años, a fines de los 80, era muy lógico que los dirigentes de los incipientes partidos políticos fueran señores con aspecto de retrato republicano del siglo XIX: el receso forzado de la política bajo el regimen militar obviamente hizo imposible que surgieran rostros nuevos, y muy por el contrario, alentó que las viejas estructuras fuesen re-organizadas por los más veteranos.
Ocurría además un fenómeno curioso: padres, hijos, primos, como verdaderos clanes, pasaron a ocupar puestos en los partidos o en la estructura del Estado, a veces incluso con cierta transversalidad: el ejemplo más evidente (pero no el único) pueden ser los Piñera: José ministro de Pinochet, Sebastián miembro de la patrulla juvenil de RN, y Polo ocupando cargos varios en los gobiernos de la Concertación.
Las dos alternativas que se me ocurrían en ese entonces eran que:
a)Chile es un país pequeño, que en los 80-90 tenía una tasa relativamente baja de profesionales, y que de esos profesionales debía ser aún más baja la tasa de gente realmente bien preparada y que realmente tuviera vocación de servicio público. Si esos "pocos aptos" aparecían con mayor frecuencia en algunas familias o clanes específicos, era más un problema del sistema en general que de las familias o clanes en particular.
b)en Chile son unos pocos clanes los que tienen los recursos y los contactos para apernarse y apitutarse.
30 años después, entrando ya el 2010, la política sigue ocupada por los mismos de siempre (si no los mismos nombres, los mismos clanes, las mismas familias). Por lo tanto, pareciera que la alternativa correcta era B.
Si bien la premisa básica para la alternativa A pudo ser cierta en aquella época (baja cantidad de profesionales), al cambiar la premisa debió cambiar también todo lo que se seguía de ella.
Pero lo que hemos visto ha sido precisamente lo contrario: pese a que la cantidad de profesionales bien formados, con posgrados y especializaciones, y que además han demostrado a través de una serie de organizaciones su vocación de servicio público, el Estado sigue administrado por las mismas caras de siempre, y los partidos siguen siendo el instrumento de los mismos clanes de siempre.
Los "piñeristas" dirán que la solución es "la alternancia" (que hoy, para ellos al menos, es una condición sine qua non de la democracia). Pero yo no les concedo ni siquiera el beneficio de la duda: lo han mostrado reiteradamente en las directivas de RN y UDI: el poder se sigue repartiendo entre los mismos de siempre.
¿Qué hará falta entonces?
No se pierda el próximo capítulo... "Las consecuencias del 17E"

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