miércoles, 11 de noviembre de 2009

¿Bicentenario?

Faltan menos de 300 días para celebrar 200 años de independencia.
Y lo que se ha echado de menos es la discusión en torno a la situación actual del país, y al país que soñamos y queremos levantar en la próxima centuria.

Quizás pequemos de ignorantes y en realidad esa discusión se esté llevando a cabo en ámbitos más privados, en cuartos cerrados entre actores que terminada la charla guardan sus anteojos y se van a sus casas con la conciencia tranquila por haber hecho su aporte al futuro.

Pero si eso está ocurriendo, y de esa manera, sólo demuestra que el problema es aún más agudo: es precisamente ese debate el que debiera ser más público, el que debiera marcar más presencia, el que debiera aparecer al menos en una hoja de los diarios, en una mención de los noticieros, en un discurso de nuestras autoridades, en un punto del programa de los candidatos.


La explicación de esa "apatía" del público por estos temas está en el discurso que nos han venido entregando estos últimos años: las ideologías, los sueños, las utopías, han muerto; y sólo nos queda trabajar todos los días en pro del crecimiento económico, y sólo nos queda votar cada ciertos años por quienes administrarán ese crecimiento. El resto, son sólo ilusiones juveniles.


Pues bien, ¡eso es precisamente lo que queremos!

Queremos tener de nuevo ilusiones juveniles; soñar una vez más con un país que no existe excepto en nuestros corazones; alimentarnos todos los días no sólo de pan, sino también de esperanzas de futuro; mirar a nuestros hijos pequeños sin angustia, sabiendo que lo que estamos haciendo no es sólo asegurarles un miserable patrimonio familiar, sino construyendo las condiciones para que ellos también vuelvan a soñar.


Porque ya es tiempo de darnos cuenta que quienes nos dicen que las ideologías han muerto también tienen sus pobres ideologías, como el libre mercado y esta burla de democracia binominal. Porque ya es tiempo que todos estos señores que han administrado el poder de uno y otro lado, de la Concertación y de la Alianza, de la izquierda y la derecha, vayan a ocupar sus lugares en los libros de historia, y dejen que nosotros, los jóvenes nos hagamos cargo sino de administrar su fundo, al menos de soñar cómo queremos que se vea.


Como decía Huidobro en su Balance Patriótico, que se vayan los viejos sin más ideales que el vientre y el bolsillo, y que comencemos a ocupar nosotros los espacios que nos corresponden.

Porque nos merecemos un Chile con utopías, con sueños, con discusiones y con debates. Nos merecemos un Chile que sea más que una tropa de comerciantes que administra su "negocito".


Nos merecemos un Chile nuevo, nos merecemos un Chile Joven.

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